20 de septiembre de 2010

La Bicicleta

De pequeños solemos ser muy traviesos, unos más que otros pero sin duda todos hacemos alguna chiquillada.

Los seres humanos pasamos por etapas muy similares. El primer día de clases, los nervios ante las burlas maliciosas de niños mayores en la escuela, pasar de un grado a otro, cambiar el color de la camisa suele representar un gran paso, conocer nuevas cosas, maestras, amigos, universidades, trabajos, parejas nuevas.. Éstas son algunas sensaciones que vamos repitiendo a lo largo de la vida. Son ciclos, que comienzan y terminan.

Un momento que casi todos de niños vivimos, es ese día que aprendimos a andar en bicicleta. Tradicionalmente tenemos un guía que puede ser papá, mamá, un primo mayor o un amigo de la cuadra, pero en fin, generalmente hay alguien que admiramos, en quien depositamos nuestra confianza y nos lanzamos a la aventura de comenzar a pedalear.

Nos caemos una y otra vez, y en ocasiones nos desilusionamos cuando esa persona nos dice que nos está sujetando y nos damos cuenta que vamos solos en el camino, momento que suele culminar con un nuevo traspié. Caída tras caída, golpe tras golpe, rasguño tras rasguño, debemos seguir pedaleando.

En la etapa adulta, llega un momento en que entendemos que no era simplemente montar bicicleta, era eso que llaman enseñanza de vida. Entendemos que para continuar aprendiendo debemos seguir andando en ese camino de tropiezos. Que hay personas en quienes confiamos y creemos que nos sujetan, pero a ningún lado llegaremos mientras no sigamos pedaleando.

En ese momento, volteamos al pasado, y vemos con orgullo que cada rasguño en la rodilla representaba una nueva pirueta que aprendimos montando bicicleta, que cada raja en el corazón es un aprendizaje más que nos acerca al momento de valorar ese nuevo ciclo que está por comenzar.

Así que es fácil, simplemente debemos pedalear sin importar cuantas personas nos desilusionen, o cuantas veces caigamos, siempre debemos pedalear para lograr las metas.

Recuerda: que si te ha dolido alguna vez el alma, es porque Dios, te ha agarrado demasiado fuerte para que no caigas
Septiembre, 2010

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